“Si
mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar?...”. La
pregunta de Pedro a Jesús es una muestra de que los humanos no estamos
dispuestos, quizás preparados, para perdonar cualquier ofenda, o las veces que
hagan falta, sino que marcamos nuestra paciencia y nuestros topes con un número
determinado de ofensas o una acción concreta que creemos imperdonable… Para
todo tenemos límites, incluso para la bondad y el actuar con desinterés.
Era
conocido que los rabinos, sumos sacerdotes… (Clases altas dedicadas al Templo)
tenían un número determinado de ofensas que podían perdonar, eran hasta cuatro,
por tanto el número de ofensas que le marca Pedro a Jesús ya superaba la bondad
establecida por el Templo. Pero Jesús no se queda ahí, Él no tiene marcas ni
límites para el perdón y la misericordia. El número siete ya significaba
totalidad pero va mucho más allá: “No te digo hasta siete veces, sino hasta
setenta veces siete”.
Los
cristianos tenemos que tener un sentido divino del perdón, y el sentido divino
del perdón es la infinitud, porque no hace falta ser cristiano para perdonar,
de hecho hay personas que viven a nuestro lado constantemente y que, sin creer
en Dios, demuestran una ética digna de reconocimiento y una actitud benévola con
aquellos que les hacen mal. La diferencia de la actitud de una buena persona y
la de un cristiano es que este último ha de verse reflejado en el modo de
actuar de Jesús, de Cristo, a la hora de obrar. Ahí radica la dificultad de ser
cristiano pero también es dónde está la grandeza de los hijos de Dios.
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