Nos
presentamos hoy ante una parábola que sale de boca de Jesús cargada de muchos y
variados matices; Desde lo más humano y social hasta lo más teológico y
transcendente.
En
esta parábola se encierran claves, o al menos eso piensan los teólogos expertos
en el Nuevo Testamento, que aún están por desentrañar en relación a la vida
después de la muerte. Es evidente que Jesús quiso transmitirnos algo en
relación a dicho tema, pero lo que sí es claro y no necesita de tanta
investigación e interpretaciones es el tema de las relaciones humanas, el tema
social vinculado directamente con la misericordia y el comportamiento con los
más necesitados.
En
esta parábola el rico epulón se desentiende de los que pasan necesidad y
hambre, es más, trata mejor a los perros que al hombre, Lázaro, que pide en su
puerta lo que ya no quieren ni siquiera
los animales. Este comportamiento, según nos enseña Jesús, tuvo y tendrá sus
consecuencias.
Los
cristianos no podemos actuar alejados de la misericordia y desentendidos de
todo aquel que pasa necesidad porque la consecuencia más directa es que dicha
acción nos anula como cristianos y, más aún, tendrá consecuencias en un futuro.
Porque el que se desentiende del prójimo se está desentendiendo y olvidando a
Dios. Al que le nublan los ojos las riquezas y posesiones, se los nubla de tal
manera que, ni aún teniendo al mismo Dios delante podría reconocerle.
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