“Entró
Jesús en una aldea…”. Este pasaje del evangelio en el que Jesús visita
la casa de Marta y María se ha localizado, según el paralelo de los evangelios
sobre todo con el evangelio de Juan, en una aldea cercana a Jerusalén llamada Betania.
Me
gusta pensar que Betania era para Jesús un lugar habitual cuando rondaba la
ciudad de Jerusalén y que aparte de visitar a sus amigos Lázaro, Marta y María,
los tres hermanos, aquella casa era para Él un lugar en donde encontraba paz,
descanso y sobretodo algo de anonimato, también necesario en días en los que la
multitud rodeaba incansablemente a Jesús.
También
es necesario el descanso y el silencio en la vida, es necesario parar
físicamente de nuestras actividades cotidianas y dedicar tiempos a la compañía,
la amistad y la escucha activa.
Es
por eso que Jesús no reprende la actitud de María, que se sienta embelesada a
sus pies para escuchar su Palabra sin importarle las tareas más superficiales
de la casa. Seguramente esas tareas las hacía a diario, pero en ese momento
supo discernir entre lo más importante y lo menos, y por eso se quedó a
escuchar y saborear la Palabra de los labios del mismo Dios.
“María
ha escogido la parte mejor, y no se la
quitarán”. Tampoco riñe a Marta, pero sí le hace ver lo importante en
ese momento. Es necesario y bueno atender a los huéspedes y tenerlo todo
preparado para que las visitas se encuentren como en casa, pero con Jesús eso
no hacía falta porque ya no era una visita sino un amigo, e intenta hacérselo
ver comparando su actitud con la de su hermana María. Ante la petición de Marta
para que riña a su hermana por su “pasividad”, Jesús se comporta como un amigo
que dice, con mucho cariño, la verdad e intenta dar luz para llegar a la
autenticidad.
Jesús
no está aquí contraponiendo, ni dando más importancia, en general, a una
actitud o a la otra, sino enseñando que en ciertos momentos sí hay prioridades,
y que hay que dedicar tiempos para escuchar a Dios en nuestro día a día, y
cuando llega ese tiempo hemos de olvidarnos de otras cosas.
La
Iglesia ha visto tradicionalmente en este texto la justificación de la vida
activa y la vida contemplativa. La actitud de Jesús tampoco está insinuando que
una sea más importante que la otra, pero si nos alerta de que en la iglesia no
debemos perdernos en el frenético ritmo del hacer por hacer, de la acción
puramente agotadora, ya que dicha acción no tiene sentido si no lo hacemos a la
luz de la Palabra, si no dedicamos tiempo para la escucha (la lectura de la
Palabra y su oración); Una escucha activa, dejándonos empapar de lo que
Dios-Jesús tiene que decirnos.
Es
necesario en nuestra comunidad eclesial pararnos y ver si estamos logrando un
equilibro entre el hacer cosas, por los demás, y el crear espacios de verdadera
oración y de escucha de la Palabra que nos ilumine y nos alimente en nuestro
día a día, porque si no esa acción se irá perdiendo en el tiempo por falta de
sentido.
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