En
el cuarto domingo de Adviento la liturgia se fija en una figura histórica que
normalmente ha pasado muy inadvertida. Sus menciones y referencias en la
Escritura son mínimas y, en consecuencia, la figura de José ha quedado muchas
veces relegada al culto y la piedad popular sin caer en la cuenta de la importancia
de dicho personaje.
Hoy
quiero romper una lanza a favor de José, el padre putativo de Jesús, sí, pero
no por ello sin importancia ni transcendencia en la vida de María y del mismo
Jesús.
“Antes
de vivir juntos resultó que ella esperaba un hijo…”. La situación con
la que se encuentra José no era la esperada. No era la situación típica para
ningún hombre de aquella época y lugar, pero menos aún para José que veía en su
prometida María un ejemplo de mujer cumplidora de la Ley y honrada.
“José…
que era bueno y no quería denunciarla,
decidió repudiarla en secreto”. Las consecuencias de una denuncia por
adulterio las conocía José, y por eso mismo no quiso denunciarla, pero su
orgullo de hombre, su honra y su instinto más racional le invitan a repudiar, a
abandonar, a María.
“Pero
apenas había tomado la decisión se le apareció en sueños un ángel del Señor…Cuando
José despertó… se llevo a casa a su mujer”. Es cierto que la razón
obligaba a José al repudio pero él no era un hombre simplemente racional sino
también un hombre emocional, un hombre de fe, de confianza…
Con una
situación tan complicada, seguramente, llevó todo aquello que le estaba pasando
a la oración más profunda y sincera que hombre puede tener con Dios, se dejó
guiar por el amor y la confianza que le profesaba a su prometida María, y soñó
con ella, siguió soñando un futuro juntos abiertos a la voluntad de Dios. No
podemos explicarlo, quizás no debamos porque nos meteríamos en el terreno de la
lógica y la razón histórica y precisamente esta decisión de José no pertenece a
ese plano sino más bien al plano de la
fe; Lo que sí es cierto, es que entendió que María no la había engañado y que
ambos debían llevar juntos los planes que Dios les había propuesto.
Hoy,
nuestra sociedad, desgraciadamente, se está acostumbrando a la separación, se
está habituando a la desconfianza y la toma de decisiones rápida para no herir
orgullos y honores.
Hoy,
la desconfianza se acentúa en las parejas y los matrimonios a causa de las redes
sociales, entre otras causas, que muchas veces son el lugar de segundas vidas,
pero que otras son simplemente el lugar donde se fraguan fantasmas que
atormentan los corazones y la mente de las parejas. Afortunadamente no todo el
mundo hace de la desconfianza y la sospecha su reino sino que, como hizo José,
hay parejas y matrimonios que confían plenamente y que se abandonan en el amor al
otro, encontrando en Dios un proyecto común.
Adviento
tiempo para la espera. Adviento, tiempo para confiar…
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