En un afán literalista hay quién
simplemente ve el “prodigio” o milagro de la tempestad calmada de Jesús en este
pasaje como una acción extraordinaria. Quedarse sólo con lo sensacionalista o
el lado más espectacular e incomprensible de Jesús no ayuda a personalizar y
hacer nuestro, en su totalidad, este pasaje.
Lo importante no es si Jesús,
como Dios, mandó callar al viento y las olas y estos le obedecieron. No vamos a
ignorar que este tipo de cosas, el sentir que Jesús es Dios y que queda
“demostrado” con estas proezas, nos gustan y animan pero ciertamente esa
lectura sería simplista, reduciría a Jesús y nos alejaríamos del Cristo
encarnado y más humano.
“Se levantó un fuerte huracán y
las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua” ¿Quién no
tiene que lidiar en su día a día con pequeñas tormentas e incluso huracanes de
todo tipo? Los problemas y la forma de afrontarlos, es lo que nos recuerda que
la vida, aunque un don maravilloso, no es fácil en ciertos momentos. Lo que nos
diferencia a unos de otros, es el modo con el que afrontamos la vida, la
actitud con la que vivimos y los pilares que hemos decidido tener. Si Jesús está
en la construcción de nuestra vida,
también lo tiene que estar en el modo en el que resolvemos las dificultades. Su
ejemplo y modo de actuar ha de servir de ejemplo y guía, y ha de alentarnos.
“Él estaba en popa, dormido sobre
un almohadón” ¿Dónde está Dios? Esta pregunta surge cada vez que no lo
sentimos en nuestro día a día, cuando nos sentimos abandonados, cuando sentimos
que da lo mismo ser cristiano o no porque la vida nos trata a todos igual ¡Y
claro que ha de ser así! Los cristianos no podemos pensar que por el hecho de
serlo, tenemos la exclusiva de la ayuda exprés de Dios.
Ya por el hecho de haber descubierto
a Jesús en nuestra vida somos privilegiados, pero eso no significa que tengamos
la exclusiva de la salvación.
Como ocurre en el final de este
pasaje, quizás nos gustaría preguntarnos más bien: “¿Quién es este?” Al observar que Dios nos resuelve las cosas pero,
sin embargo, a veces, sentimos que Dios “duerme”, que no se hace cargo de
nuestros problemas, que estamos a la deriva.
Él les dijo: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún
no tenéis fe?”. El miedo es
completamente humano, pero si al miedo le unimos la falta de fe la ecuación es
miedo y soledad. El miedo hace que en la vida tomemos decisiones equivocadas o
que sencillamente no las tomemos. El miedo es uno de los grandes fantasmas de
nuestra vida ¿Cómo puede ser que algo que ni se ve ni se toca nos pueda hacer
temblar y pueda llegar a condicionarnos tanto? Eso es precisamente lo que
reprocha Jesús a sus discípulos, que en la balanza de la vida, a veces, gane el
miedo a la fe. Fe y miedo, ambos invisibles pero reales.
Jesús nos anima a que,
despojándonos de nuestros miedos, vivamos desde la fe.
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