La
Palabra de hoy está llena de sorprendentes enseñanzas, buenas nuevas, nuevas
buenas noticias…
Por
un lado Jesús nos muestra ciertas relaciones ásperas con su familia, con los
que estaban más cerca de Él a nivel consanguíneo, parece ser que su propia
familia lo tenía por trastornado, poco cabal o fuera de sí… ya que estaba en boca
de los que se dedicaban a ordenar la religión del momento (fariseos y
escribas). Jesús nos muestra aquí que, en ocasiones, son más fuertes y unen más
los lazos de la amistad que los de la misma sangre; que los lazos familiares no
los eliges y debes asumirlos, pero que la amistad o la unión por la fe y
valores son elegidos y unen de manera mucho más potente. La familia no lo
critica, solo quieren alejarlo de los líos y por eso van en su busca, están
preocupados por lo que pueda pasarle, está en boca de la gente y eso no es
bueno para una familia de ámbito rural que es conocida por todos.
“El
que blasfeme contra el Espíritu Santo…”. Por otro lado Jesús deja claro
que Dios perdona y siempre está para lo que se le necesita pero que la blasfemia
y el ataque contra el Espíritu, es decir contra Él mismo, no ha de tolerarse.
Al mismo Espíritu de Dios lo acusan de estar poseído por otro espíritu maligno,
esa acusación es rechazada por el mismo Jesús con una parábola/explicación muy
sencilla que todos pudieron entender ¿Cómo es posible que el maligno haga cosas
tan buenas? ¿No estaría echando piedras contra su propio tejado? Jesús habla
por sus obras y rechaza aquellos que quieren confundir a los humildes.
“Estos
son mi madre y mis hermanos”. Dios en Jesús establece unos nuevos lazos
de consanguinidad; ahora seremos hermanos porque nos hemos elegido y no nos une
la sangre sino algo más grande, la fe en Dios.
A
Jesús no le duelen las acusaciones contra Él sino el que quieran apartarle de
los que le han elegido, los pobres y necesitados de Dios, que se acercan porque
han descubierto a Dios en medio de una sociedad de rechazo.
Hemos
de cuidarnos cristianos, hemos de volver a repensar y creer en lo que nuestro bautismo
nos ha otorgado, en lo que el Espíritu nos transmitió en la pila bautismal; no
es otra cosa que el creer y practicar de verdad que todos somos hermanos y que
nuestro Padre es Dios, así de claro y sencillo; y cuanto más claro y sencillo
el mensaje, más difícil es la práctica en nuestras vidas llenas de intereses y
elitismos sociales y religiosos.
El
Espíritu nos sigue invitando hoy a considerar a todos nuestros hermanos. “La
vida no se juega en la opinión de los otros, ni en la actitud que mantienen
hacia nosotros, sino en la certeza de lo que somos”.
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