Evidentemente, nos situamos ante
un relato ya muy elaborado por la tradición, demasiado directo quizás para los
oyentes de hoy. El reconocimiento y rotundidad de Juan al presentar a Jesús: “Este
es el cordero de Dios”; y la inmediatez del seguimiento de los
discípulos de Juan hacia Jesús, nos resulta cuanto menos curiosa. Esta actitud
de obediencia y reconocimiento por parte de todos (tanto de Juan como de sus
discípulos al seguir a otro maestro) parece increíble. Evidentemente la
realidad fue otra, ya que son sabidos los recelos de algunos de los discípulos
de Juan cuando él mismo se deshace de todo protagonismo y muestra a sus
discípulos a quién han de seguir. Los discípulos de Juan le seguían porque eran
de su línea porque les gustaba su estilo, porque estaban de acuerdo con él.
Jesús era de otra manera, tenía otra forma de vivir y anunciar las cosas, y es
evidente que el “cambio” de maestro no fue del todo gustoso al principio, más
bien lo hicieron por obediencia a Juan que no dudó ni un momento en reconocer
la autoridad de Jesús.
Jesús pregunta: “¿qué
buscáis?” Y los discípulos de Juan responden con otra pregunta: “¿dónde
vives?”. Era una pregunta difícil de responder en dos palabras, pero tampoco
se podía responder con demasiadas explicaciones; era necesario y conveniente
que lo vieran ellos mismos: “Venid y lo veréis”.
Jesús, el de Nazaret, ya no vivía
en ningún sitio. Ahora el mundo, los caminos, los pueblos y casas de aquellos
que lo quisieran acoger, el cielo raso de las noches más frías o las más
calurosas era el lugar de la vivencia del Reino, el lugar donde vivía Jesús.
Estos dos discípulos parece ser que le siguen, no les asustan las vicisitudes
ni el estilo de vida que exige el seguimiento radical de Jesús pero, aunque en este relato no se mencione, no
fue así con todos los discípulos de Juan ni otros seguidores potenciales; muchos
también se dieron la vuelta en el camino y vieron que no estaban hechos para
tal vivencia, para no tener casa, para despojarse de todo…
No puedo evitar acordarme de la
vida consagrada en estos momentos. El estilo de vida radical en el seguimiento
de Cristo. Parece que hoy flaquean las vocaciones en lugares de tibieza
espiritual y por otro lado, en lugares de “radicalidad”, florecen comunidades
que saben lo que quieren, cansadas de lo mundano y lo superficial.
“Hemos encontrado al Mesías”.
Así es como Andrés describe a Jesús, sin titubeos, ante su hermano Simón
(Pedro). Esta declaración y reconocimiento es propia de un relato, el de Juan,
que se escribe ya en una situación asumida de una comunidad, de fe cristiana,
que reconoce y vive a Cristo.
Parece que hoy en día hay que
tener cuidado al utilizar la palabra radical o radicalidad; parece que, si la
utilizamos, estamos siendo miembros de algún grupo peligroso o al menos
sospechoso. Sin embargo, el seguimiento de Cristo conlleva vivir con tintes de
radicalidad bien entendida, no tanto como intransigencia sino más bien en su
acepción de vivir la raíz, lo fundamental, alejándonos de lo superfluo y
centrándonos en el fundamento.
Gracias a la vida consagrada por
vuestro seguimiento radical, por vuestro ejemplo y demostración de que hoy es
más necesario que nunca vivir el Reino desde la raíz.
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