“Y
ahora, cuando vuelva el amo de la viña ¿qué hará con aquellos viñadores?”.
El gran Maestro, Jesús, nos sigue enseñando a través de sus magistrales
parábolas. Estas, tienen la capacidad de hacernos reflexionar y de sacar de
nosotros la mayor verdad sin casi darnos cuenta, ya que no nos sentimos, en un
principio, interpelados por las mismas pero Él sabe el momento idóneo para darles
la vuelta y que nos veamos reflejados en ellas cuando ya hemos sacado la
conclusión y la verdad que reside en su raíz.
Eso
es lo que hacía y hace Jesús. Nos enseña en el pellejo de otros, porque es más
fácil dilucidar las cosas cuando las vemos de lejos, cuando no nos implican de
manera directa, ya que nos cuesta poco
juzgar lo ajeno y no así nuestra vida.
“Pero
los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a
otro lo apedrearon”. Parece ser que los historiadores localizan esta
parábola en las primitivas comunidades cristianas, en el año 70 cuando ocurrió
la destrucción de Jerusalén y del Templo. Este hecho hizo ver con claridad a
los cristianos, que el nuevo pueblo de Israel eran ellos, que el pueblo judío,
sobre todo sus dirigentes, había sido infiel y poco cuidadoso con la viña del
Señor y había rechazado a muchos profetas que venían advirtiendo de aquel
final; que incluso habían matado a su Hijo y por tanto no merecían seguir
siendo el pueblo elegido para cuidar de la viña, del Reino, de Dios. Pero esto
no deja de tener un tinte un poco cruel, ya que es una verdad a medias en
cuanto que no todo el pueblo judío de aquel tiempo actuaba así, ni rechazó a
Dios de esta manera, ni a sus profetas, ni a su propio Hijo. Y también no deja
de ser un “triunfo”, más bien
triunfalismo, cristiano sobre las cenizas del pueblo judío arrasado por las
legiones romanas.
“La
piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular….Por eso os
digo que se os quitará a vosotros el Reino de Dios y se dará a un pueblo que
produzca sus frutos”. Corremos, por tanto, el peligro de pensar que
somos el único pueblo elegido, los nuevos amos de la viña; cuando el único amo
es Dios, que puede cambiar de viñadores cuando vea que no se está haciendo bien
la tarea ¿Por qué no va a elegir Dios a otros pueblos que saben cuidar y
respetan la viña más y mejor que los cristianos? Esta parábola está vigente hoy
como lo estuvo en el momento de su creación. Esta parábola ha de servirnos para
reflexionar de forma seria porqué el cristianismo está en horas bajas, porque
nos están absorbiendo nuestras propias estructuras, poderes y organización. No
corramos el riesgo de pensar que los viñadores son los amos de la viña, de
pensar que tenemos todo el derecho a apropiarnos la tierra, el derecho del Reino,
por el hecho de trabajar la misma, porque en tiempo de vendimia llegará el amo
o alguno de sus enviados a buscar el fruto.
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