“En
aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: Entonces ¿qué hacemos?”. Esta
pregunta, hecha con cierta preocupación por la gente que escuchaba a Juan,
viene después de un discurso en el que el Bautista llama “Raza de víboras” a
algunos de los que esperaban para ser bautizados en el Jordán. Animándoles a
que dejaran los cultos y las palabras vacías, e incluso los títulos de “raza”,
como era el de “hijos de Abraham”, que muchas veces no hacía sino ensuciar el
nombre del patriarca, pues no se vivía con coherencia.
En
este contexto y con cierta humildad, al escuchar palabras de verdad en Juan,
las gentes (cada uno desde su posición como bien dice el evangelio: el pueblo,
publicanos e incluso militares) preguntaban cuál debía ser su actitud para
vivir con esa coherencia que exige el nuevo mensaje, el nuevo estilo de vida que
proclama Juan y que exige el seguimiento del, tan esperado, Mesías.
Juan
no da, ni propone, soluciones generales. Cada persona y cada situación
requieren una actitud, porque la instauración del reino de Dios no es una
constitución general que se ha de acatar del mismo modo, con la misma urgencia,
ni con las mismas exigencias para todos, sino que ha de ser primero un proceso
personal, una elección libre y querida, desde la más absoluta sinceridad con
uno mismo y para con los demás, porque sólo así se vivirá en sinceridad y
coherencia con Dios. Sólo así serían dignos de llamarse “hijos de Abraham” y,
en nuestro caso, dignos de llamarnos cristianos.
Lo
que está claro es que, se tomen las decisiones que se tomen y desde la posición
que se haga, todas ellas van encaminadas a la búsqueda de la justicia y la
misericordia. Dar de comer y vestir, no extorsionar ni aprovecharse de los más
débiles, son algunas de las claves que Juan da a los que les preguntan qué han
de hacer. Lo importante es que nosotros nos preguntemos también qué es lo que debemos
o podemos hacer para vivir con coherencia llamándonos cristianos. No hemos de
actuar por acallar las críticas que, desde fuera, nos hacen, pero hemos de
reconocer que muchas veces esas críticas a nuestras comunidades cristianas, a
la Iglesia, llevan algo de razón cuando nos acusan de incoherentes (desde la
jerarquía, por ser la cabeza visible, hasta cada cristiano que en su vida
olvida que está bautizado).
“Yo os
bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo…Él os bautizará con
Espíritu Santo y fuego…”. Juan propone actitudes que ayudarán a
entender y acoger mejor el mensaje que trae Jesús, el verdadero Mesías; Juan es
agua, pero Jesús es el fuego que todo lo purifica. Pero para poder purificarnos
hemos de ir introduciendo estas actitudes que nos adelanta Juan. Él propone un
camino de conversión, pero dicha conversión no es simplemente interior o de
palabra, sino que ha de ir acompañada de actitudes hacia los demás, ha de ir
acompañada de una ética. Si tenemos este camino recorrido, nos será más fácil
seguir a Jesús, ser cristianos de verdad. Porque para Jesús no valen engaños,
su persona, con su mensaje y su praxis, separan claramente la paja del grano.
Teniendo
como espejo a Jesús, no tenemos excusas, y si optamos por ser paja lo haremos
libremente, sabiendo qué hay que hacer para ser grano, para ser sus verdaderos
seguidores. Porque para ser verdaderos cristianos se requiere antes ser buenos humanos.
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