El
ser humano, en los más hondo de su ser, sabe ciertamente lo que está bien y lo
que no. Lo que puede hacer para cambiar las cosas y lo que propicia que todo
siga igual.
Jesús
era claro, directo y miraba a los ojos (a las circunstancias de cada persona),
algo que le capacitaba para aconsejar y acompañar a cada uno en su
individualidad. Por eso, al igual que el personaje del relato, muchos se
acercaban a Jesús pidiéndole consejos.
“Maestro
bueno ¿Qué haré para heredar la vida eterna?”. El hombre siempre aspira
a más, es inconformista por naturaleza. No le basta con los bienes materiales,
más bien tenemos la experiencia de que no nos llenan, no son suficientes para
alcanzar la ansiada y completa felicidad.
Este
hombre, como muchos de nosotros, sentimos que en nuestro día a día algo nos
falta. En el fondo sabemos lo que es, o hacia dónde dirigirnos para acercarnos
a ello, pero tenemos miedo de perder (sobre todo cosas materiales) y por eso
vivimos en una continua insatisfacción, en un círculo vicioso que nos lleva a
lamentarnos de nuestra situación, pero a la vez estamos instalados en el
inmovilismo.
Es
por eso que también necesitamos el consejo de otros, necesitamos comentarlo con
otros, que nuestra situación se vea desde otra perspectiva, quizás para que otra
voz (que no sea sólo la de nuestra conciencia) nos diga lo que deberíamos
hacer. Por eso, también el rico del relato se acerca a Jesús.
“Todo
eso lo he cumplido desde pequeño…”. En un principio nos contentamos con
cumplir lo que los preceptos humanos consideran un mínimo, pero una vez que
cumplimos esto, sin demasiado esfuerzo, sale la verdad, la búsqueda incansable
de la misma (como le ha pasado a muchos santos en la historia, como San
Agustín) y no nos vemos ni conformes ni satisfechos.
“Una
cosa te falta…ven y sígueme”. Sólo una cosa nos puede llenar. Jesús nos
propone un cambio de vida desde el interior. Normalmente hacemos las cosas al
revés, cambiamos nuestras circunstancias externas esperando que nos cambie por
dentro, pero Jesús sabe bien de la inquietud y necesidad humana y nos propone
algo que, en un principio, conlleva sacrificios y renuncias; Pero todo será
ganancia si nos despegamos de lo que nos encadena a las cosas más superfluas de
este mundo.
Y
así estamos, en esta lucha continua, en este equilibrio difícil de conseguir
pero que es la clave de la felicidad. La llave que nos lleva al encuentro cara
a cara con Jesús en el camino de la vida. En nuestro mundo, gozar a la vez de
igualdad y libertad es imposible, porque la lucha por la igualdad nos lleva a
controlar a los otros (dictaduras en muchos casos) y la lucha por la libertad,
al dominio de los que más pueden o tienen sobre los más vulnerables. Pero hay
una forma de conjugar ambas, y sabemos cuál es; El evangelio de Jesús. Este
evangelio, como bien dice J. M Castillo, no ha de reducirse a una religión sino
que ha de ser un proyecto de vida válido para todos. Así lo propuso y lo vivió Él.
Él
propone, nosotros decidimos si lo acompañamos o, de momento, nos quedamos
cabizbajos en el camino.
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