Sería
lo más justo comenzar diciendo que realmente el evangelio de Marcos termina en
Mc, 16,8. Por tanto la Ascensión, o Glorificación como llaman otros autores,
sería un añadido al evangelio.
Si
bien todo esto es cierto, como también lo es el que, a veces, se ha evitado
comentar dicho pasaje por su complejidad, tanto en la forma como en el fondo,
también es cierto que si no es original de Mc, Lucas si lo trata en su
evangelio, y que es un episodio que las primeras comunidades vivieron y nos
transmitieron.
Quizás
este pasaje ha sido esquivado, entendido o quizás simplemente asumido al pie de
la letra, por su forma tan tajante, clara y aparentemente sin dejar lugar a
interpretaciones. Pero, a veces, se nos olvida que la Sagrada Escritura tiene
una tradición de siglos y distancia no sólo temporal, sino también cultural,
por tanto muchas de las frases, imágenes e incluso relatos enteros pertenecen a
un determinado género literario. Forma de escribir o género literario, tan
conocido y familiar en la antigüedad (personaje rodeado de nubes,
ascendiendo-desapareciendo y pronunciado unas últimas palabras), que hasta escritores
de historia utilizaban estos relatos para hablar de ciertos personajes que
tuvieron un fin o merecían tener un fin glorioso. Por tanto, a nivel literario
podríamos hablar incluso de una estructura tipo. No nos deberíamos extrañar, ni
nos debería defraudar, el hecho de que la Biblia esté llena de recursos como
este. Lo importante es que sepamos y creamos que el género literario no resta
un ápice a la verdad de fe: “Cristo fue
exaltado a la gloria” (1 Tim 3,16).
“Id
al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación…”. Es seguramente esta misión de Jesús, este
envío, el único histórico como tal. Todo el relato de la Ascensión estaría al
servicio de esta frase.
El
tema de la ascensión es, por tanto, un tema encuadrado y perteneciente a la
pascua. Ese intervalo de tiempo entre la resurrección y la glorificación, para
que la comunidad clarifique y organice su misión. Los comienzos de la verdadera
Iglesia.
Sólo
los que testimoniemos a Jesús, al Cristo que padece pero que resucita y sigue
vivo en el mundo, hemos entendido bien
la pascua y este relato, por tanto, quedarse en la literalidad sería no
entender, empobrecer e incluso reducir el alcance real y la intención de los
evangelistas que lo relataron. Ya que, “en el cielo de la fe no existe el
tiempo, la dirección, la distancia, ni el espacio”, como afirma Leonardo Boff.
El
cielo de la fe, su sentido más pleno, es que el cristiano ha de saber que para
ascender, antes hay que descender; Hacerse real en este mundo, trabajar por el
reino, para después desaparecer sin esperar glorias pasajeras, porque la gloria
sólo pertenece a Dios. Lo que glorifica, en parte, al cristiano y la obra de Cristo,
es su misión y permanencia en el mundo y en el tiempo después de dos mil años.
Esa perspectiva histórica, si echamos la vista atrás, es lo que hace, si cabe,
la gloria de Dios aún más grande; Porque lo importante no es ni el tiempo ni la
forma, sino su presencia hoy y siempre; una causa que, si no fuera de Dios, no
permanecería.
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