jueves, 17 de agosto de 2017

La grandeza de la fe (Mt 15, 21-28)

Cuando Jesús se acerca a territorio pagano (país de Tiro y Sidón) lo hace intencionadamente, este hecho creo que resta frialdad y malas interpretaciones a la afirmación que nos puede descolocar un poco en boca de Jesús: “Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”.
“Ten compasión de mi…Mi hija tiene un demonio muy malo”. El mal no entiende de regiones, ni de religiones, ni de personas… el mal acecha y actúa cuando y con quién menos lo espera. Por eso es necesario reconocer a Dios en las cosas y personas de forma universal ¿Qué quiero decir con esto? Pues que Dios no se encierra en confesiones concretas y cerradas, no ama a unas personas más que a otras ni está con más intensidad en las liturgias más perfectas. Por eso, porque Dios no está en aquellos que practican una religión que consideran “pura” y en post de eso asesinan y atropellan a decenas de personas inocentes que disfrutan de la vida, de lo bueno de la amistad y la familia. Estos que abanderan sus atentados con el nombre del Altísimo creyendo que agradan a Dios, son el mal, el demonio que atormenta a la sociedad. Desde aquí mi recuerdo y oración por  las víctimas de Barcelona y por todas las víctimas del terrorismo. Le pido a Dios que ilumine los corazones de aquellos que creen que lo llevan dentro y que luchan por Él pero lo único que poseen es fanatismo y locura.
“Mujer, qué grande es tu fe”. Dios está con quién lo busca de todo corazón y lo reconoce en la bondad y el amor, en la solidaridad y la compasión. Dios valora la fe pura, no las religiones “puras” porque aquí podemos equivocarnos todos. Cualquier religión que haga daño al ser humano no es digna de llamarse tal, y mucho menos de apropiarse del nombre del Creador, Padre que ama y protege a todos sus hijos sin atender a diferencias.
Con la misma intensidad que lo hizo la mujer cananea, le pido a Dios que acreciente nuestra fe, que nos libre de fanatismos y concepciones cerradas de la divinidad a nuestra imagen. Que nos cure de la soberbia  de creer que tenemos la Verdad en posesión sin haber comprendido antes que Dios es Vida, Amor, Compasión, Solidaridad y Respeto universal.
 

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