viernes, 6 de febrero de 2015

"Se puso a servirles" (Mc 1, 29-39)


Aunque el texto no lo dice explícitamente, seguimos en el mismo escenario, Cafarnaún. Allí, como comenté en otras ocasiones tenía Simón (Pedro) su casa, y es allí donde se dirigió Jesús, a casa de amigos-seguidores-discípulos. Jesús se queda entre la gente humilde, duerme, come y es acogido en las casas particulares, se sienta a la mesa de todos, no solo de unos pocos; No sólo a la mesa de aquellos  que eran más favorables e incondicionales suyos. Jesús entra y comparte la mesa (uno de los signos de fraternidad y aceptación del otro más humanos y universales) con pecadores, publicanos, fariseos… y también amigos-familiares.
Cuando sólo compartimos con “los nuestros”, dice Jesús: “¿qué mérito tenemos?”. Caemos en un error, el error de la comodidad y el de no descubrir lo bueno de otros. Si no entramos “dentro de” y sólo nos quedamos en la puerta, en la apariencia, jamás sabremos lo bueno que hay en las casas (en el interior de la persona), lo  que nos pueden ofrecer otros que no consideramos nuestros amigos.
“Se le pasó la fiebre y se puso a servirles”. La curación de la suegra de Pedro, junto con el pasaje de la curación en la sinagoga, hace que Jesús sea reclamado a todas horas y en todos los lugares: “La población entera se agolpaba a la puerta”. A nivel humano esto es algo que Jesús necesita gestionar.  Jesús necesita compartir también con el Padre su propia misión. Él busca lugares solitarios, lugares que le  ayuden a encontrarse con la presencia de Dios. En la naturaleza-desierto (obra de sus manos), pasaba horas-noches en soledad. Hemos de entender que el encuentro con Dios, la oración aunque tenga una dimensión comunitaria, ha de ser antes algo muy personal, buscado y querido.
Jesús tenía la constante necesidad de la oración. Lo vemos en el evangelio de forma permanente. Ese encuentro-oración es lo que da sentido y forma a toda su actividad con la gente después. Los cristianos no debemos abandonar la oración, el diálogo sincero con el Padre. El abandono de la oración supone no darle sentido a nuestra vida, no poner en las manos de Dios nuestras cosas.
“Todo el mundo te busca. Él respondió: vamos a otra parte”. Jesús no busca la fama ni reconocimiento de la gente, más bien parece que huyera de eso. Se centra en su misión con premura e intenta no quedarse en la vanagloria pasajera.
Hemos de intentar no buscar constantemente el aplauso y elogios de los otros porque eso resta, a  veces, frescura y autenticidad al mensaje central, a lo importante. Cuando estamos más pendientes de nosotros  y de cómo lo hacemos, caemos en anteponer los intereses personales a la tarea por el Reino.
Ojalá algún día entendamos que el mejor púlpito de una iglesia no está hecho de mármol ni ha de ser un escaparate de aparente dignidad, sino que el cristiano, con el lastre de todas sus miserias humanas, ha de buscar el pulpito de la soledad y la oración a escondidas, porque allí es donde está el Padre. Ese es el único púlpito que nos puede hacer proclamar con energía sin esperar recibir elogios en donde ya hemos testimoniado. Porque la tarea del Reino urge, porque la tarea del Reino no entiende de méritos personales.

1 comentario:

  1. Me encanta el nuevo formato. Gracias por tu trabajo en el blog; púlpito desde el que nos acercas a la Palabra de Dios de forma sencilla y clara cada semana.

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