“En
aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto”. Así comienza
Jesús su ministerio en el evangelio de Marcos. Parece que el retirarse al
desierto no fue iniciativa única de Jesús, sino que fue llamado-empujado,
invitado a ir, y fue.
Hoy
para nosotros, sobre todo para la cultura occidental, la imagen del desierto
lejos de toda imagen exótica, es sinónimo de agobio, penurias, calores
insoportables y aridez; pero para la cultura oriental, y más aún para un judío
en tiempo de Jesús, lo que predominada del desierto no eran esas características
secundarias y colaterales sino que el desierto era sinónimo de encuentro con Dios y con uno mismo, de purificación.
En
el desierto se fraguó el pueblo de Israel. Los grandes patriarcas llevaron a
cabo parte de sus misiones en el desierto, en el desierto entienden Abraham y
Moisés cual es su misión. Jesús es llamado al desierto por el Espíritu de Dios
que ha llamado antes a otros, para descubrir su misión sin torpezas ni
distracciones humanas.
“Se
quedó cuarenta días…”. También estamos familiarizados con el número
cuarenta en relación a muchos aspectos, sobre todo en el Antiguo Testamento:
años de una vida, años de peregrinación… No es casualidad, por tanto, que
fueran cuarenta los días que Jesús pasó en el desierto. Dicho número simboliza
una vida, una etapa completa, el tiempo necesario para saber que has tenido una
vida larga bendecida por Dios.
Los
cristianos, quiero creer que cada vez menos, estamos acostumbrados a vivir las
cosas porque nos las han enseñado así pero a veces, aunque aprendidas, no han
sido profundizadas y entendidas en su origen. Vivir una etapa, la cuaresma, de
cuarenta días es lo mismo que vivirla de sesenta o de quince si no sabemos el
porqué lo hacemos, si no conocemos nuestras raíces judías.
“Vivía
entre alimañas y lo ángeles le servían”. Con esta afirmación Marcos deja entender claramente que la misión
y la presencia de Jesús entre los hombres (en muchas ocasiones alimañas para
nosotros mismos; “el hombre lobo para el
hombre”) no fue fácil, pero era una misión guiada y bendecida por Dios, y
por eso sus ángeles le servían. Sólo de esta manera se puede entender la
fortaleza de Jesús hasta la cruz. Sólo cuando estamos sostenidos, cuando
nuestros planes no son meramente humanos sino que son bendecidos y queridos por
Dios, es cuando podemos superar cualquier prueba, aunque nos cueste la vida.
“Se
ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios; convertíos y creed en el
Evangelio”. Una vez arrestado Juan, Jesús habla claro y comienza a hacer
pública la gran noticia del reino. Lo que se esperaba durante siglos ya está
cerca y Jesús lo ha cumplido, se ha cumplido el plazo. Pero para recibir el
reino de Dios hay que convertirse, hay que convertir la tristeza y el luto en
alegría, porque lo que se nos presenta es una Buena noticia, un evangelio (Gracias
a Marcos nos llega el concepto de evangelio). Dios nos quiere como a hijos y
eso no nos lo habían dicho antes así de claro, sino que más bien convenía mantener
la imagen de un dios frío, distante y fácilmente colérico que muy pocas veces
mostraba su benevolencia.
La
iglesia habla de un Dios amor pero a veces no es reflejo del mismo. Nos falta
amor y corrección fraterna de la buena. Nos comportamos como alimañas entre
nosotros y no terminamos de entender que ya es tiempo de amar, es tiempo de
hablar, es tiempo de entender y comprender, es tiempo de Evangelio, de Buenas
Noticias.
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