Hay
cosas en esta vida que, como humanos, nos cuesta entender. A veces no
comprendemos cómo pueden ir tan de la mano el bien y el mal, y la primera
reacción es despreciar e intentar fulminar el mal de nuestro lado (entiéndase como
mal desde personas que no nos convienen o nos mal influyen, hasta cosas y
acontecimientos que nos desequilibran).
“Cuando
empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña”. Lo
bueno y lo malo, el bien y el mal, van muy unidos en este mundo, tanto que en
ocasiones nos cuesta hasta diferenciarlos,
y dedicamos mucho tiempo en dilucidar lo que será bueno o malo para
nosotros. Esto es así porque, en ocasiones, lo que para una persona puede ser
malo a otra le puede ayudar o venir bien. No pretendo relativizar ni dar la
impresión de que en realidad no hay ni bien ni mal, es evidente que hay cosas y
personas que objetivamente no hacen bien, pero todo esto me lleva también a
preguntarme si hay alguien, sea persona o institución-religión, que tenga la
llave de todo el saber y no falle en dilucidar todo lo que, en este mundo, es
bueno o malo.
Evidentemente
no, no hay ninguna persona ni religión que se precie de humilde que sea
poseedora de la verdad absoluta. No hay un solo camino para llegar al Bien y la
Verdad absoluta, que es Dios. Se puede llegar a Dios y participar de los
valores del reino siendo un agnóstico redomado, y también se puede hacer mucho
mal y ser la encarnación del mismo Satanás afirmando que se es “muy religioso”
y cumplidor de las leyes, cuando en realidad lo que se está practicando es un
autentico fanatismo que ahoga a los demás, pretendiendo que todos sean, piensen
o lleguen a la verdad por el camino que uno ha elegido.
“No,
que podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega…”.
El mismo Jesús nos invita en esta parábola del trigo y la cizaña a no precipitarnos
cortando lo que parece cizaña en medio del trigo, porque es muy posible que nos
equivoquemos. Él nos dice que esperemos a ver los frutos y entonces si podremos
decidir qué es lo que debemos quemar, apartar de nosotros, y que es lo que
debemos recoger.
Creo
que lo que Jesús quiere de la Iglesia no es una nueva inquisidora que se dedique
solamente a decir quiénes son los buenos y quiénes los malos. Jesús lo tiene
claro, lo nuestro es sembrar y esperar, es recoger frutos de bondad si antes
los hemos esparcido por el mundo. Si a la Iglesia nos ven como jueces
implacables y no como comunidad que acoge y siembra amor y bien, lo tenemos
todo perdido porque habremos quemado las gavillas antes de tiempo y, en ellas,
habremos quemado también mucho trigo, convirtiéndonos nosotros, a su vez, en
cizaña.
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