“Dejando
Nazaret se estableció en Cafarnaúm…”. Jesús se retira a un lugar nuevo (Ese
lugar ya fue predicho en la Escritura por boca del profeta Isaías) para iniciar
su ministerio. Ese nuevo lugar es el preludio de una nueva era, un tiempo nuevo
que invita a un cambio en las actitudes y pensamientos de los hombres.
Cafarnaúm
era una ciudad de paso en la que, aunque imperaba la ley de la sinagoga y la
Torá, coincidían gentes de lugares muy diversos con todo lo que eso conllevaba.
Era un lugar considerado por los judíos más ortodoxos como sitio de gentiles.
Ese es el lugar elegido por Jesús para comenzar su vocación y la misión que el
Padre le había encomendado. La Palabra de Jesús, la Palabra de Dios, no tiene
fronteras y sus destinatarios no se eligen por colores, razas ni ningún tipo de
condición.
“El
pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande”. Jesús comienza en
lugares humildes y entre gentes que a priori eran tachados de paganos y
gentiles. Es precisamente esta gente la que sabe descubrir, sin grandes
esfuerzos, quién es Jesús y qué suponen sus palabras. Jesús se manifiesta y
ellos saben descubrir a Dios en medio de sus vidas.
Es
frecuente que en mi trabajo algunos jóvenes, y no tan jóvenes, me pregunten el
porqué Dios en la antigüedad se manifestaba a los hombres de forma tan clara
(en palabras de mis oyentes: “Dios se les aparecía”) y actualmente no vemos ni
oímos a Dios, dejándonos esa sensación de abandono que invita a considerar toda
la literatura bíblica como mera literatura y no como experiencia de fe real.
Ante todo esto, yo me pregunto más bien el porqué en generaciones pasadas los
hombres han sabido descubrir a Dios en la tormenta, en el rayo, en el diluvio
(hierofanía), en las palabras de un sencillo nazareno… y hoy no sabemos
descubrir a Dios en el lamento de la madre tierra, en las estadísticas
escandalosas que dan a conocer ONGs y organizaciones de caridad; Me sorprendo
de nuestra sordera y nuestra ceguera ante la voz de Dios clamando justicia en
cualquier rincón de la tierra.
“Entonces les dijo: Seguidme y yo os haré
pescadores de hombres”. Hoy, Jesús nos sigue llamando en nuestros trabajos
de cada día, en nuestras rutinas y quehaceres cotidianos. Hoy nos sigue
invitando a parar lo que estamos haciendo para poder hacerlo con un sentido más
pleno y consciente de que nuestra tarea cotidiana es, o debe ser también, una
contribución a la construcción del Reino que Él comenzó en Cafarnaúm.
Siéntete
invitado/a a dejar tus redes por un momento y escucharle, para que cuando las
vuelvas a coger, esas redes ya no pesquen sin más sino que sean las redes que
unen, que te unen, a todos tus hermanos que saben descubrir a Dios en lo más
cotidiano.
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