Que
difícil nos resulta a los hombres entender que alguien, pudiendo salvarse, opte
por salvar antes a los demás y no huir, teniendo eso como consecuencia el
perder la propia vida. Para tener esa actitud hay que tener muy claro antes,
que ser cristiano requiere vivir tan por los demás, que nuestro centro vital no
gira en torno a nosotros mismos.
Estar
pendientes, quizás obsesionados, por la propia salvación deriva en olvidarse de
los otros y vivir en y desde el egoísmo.
Decían:
“A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios…”.
Nos dice el evangelio que se mofaban y reían de Jesús porque no se salvaba a sí
mismo, pero lo que no entendían es que esa actitud era una elección personal y
que elegir salvarse a sí mismo, a veces, supone desatender a los demás. No
entendían que Jesús llevó el mensaje del Reino hasta sus últimas consecuencias
y que, paradójicamente, su muerte fue la gran lección de la vida.
Hoy
todavía tenemos que hablar de nuevos crucificados por seguir a Cristo. Hoy,
todavía en Siria y otros lugares del mundo (muy cerca de la tierra de Jesús) hay
gente que, por optar por el mensaje del evangelio, son mutilados, literalmente
crucificados, asesinados por no querer huir, por no querer olvidarse de los
suyos, de los demás.
En
ocasiones cuando me paro y reflexiono sobre esto, cuando verdaderamente soy
consciente de lo que supone ser cristiano, siento algo de vértigo y flaqueza.
Confieso que a veces me planteo si estoy preparado de verdad para seguir a
Cristo sin condiciones con lo que supone asumir la cruz, su verdadero sentido,
pero inmediatamente sigo leyendo el evangelio y entiendo que el desánimo y los
signos de flaqueza también son humanos, y que he de vivir con ellos y
transformarlos en ganas de seguir en un camino de perfección que es exigente,
sí, pero apasionante, y que supone la elección de un estilo de vida que puede
revolucionar el mundo.
“Había
encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea”. Se dice en el
evangelio que la cruz de Jesús estaba coronada por una leyenda que decía: “Este
es el rey de los judíos”; Algo que rechazaban los máximos
representantes del judaísmo; Rechazo que mostraron públicamente. En el fondo lo
rechazaron porque Jesús nunca se mostró exclusivamente para los judíos, Jesús
no fue sectario sino universal, Jesús no fue un mero teórico sino un maestro de
vida en la vida… Ese rechazo fue el pistoletazo de salida para hacer de Jesús
el Dios de todos, el Rey del universo.
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