“Cuando
venga el Hijo del Hombre pasará como en tiempo de Noé”. Aparentemente
este primer domingo de Adviento con el que empezamos nuevo ciclo litúrgico, nos
advierte e incluso nos puede atemorizar. Las palabras del evangelio de Mateo
parecen amenazantes, más aún si tenemos como fondo el símil, que el mismo
evangelio pone, de lo que pasó en tiempo de Noé cuando el diluvio arrasó con
todo. De hecho, el temor y la inseguridad han sido la conclusión, valoración y
actitudes que han movido durante mucho tiempo la interpretación de este pasaje.
“Estad
en vela…”. Sin embargo, a lo que quiere animarnos este evangelio es a
estar vigilantes, a actuar siempre de corazón, a no esperar para hacer el bien
y actuar como verdaderos cristianos. Este evangelio nos invita a velar por la autenticidad
en nuestro día a día y no solo cuando veamos las cosas oscuras o que llegan a
su fin. Porque el cristianismo, el seguimiento de Jesús, no ha de ser de
momentos (exclusivamente en ciertos tiempos litúrgicos porque son los que más
nos gustan…), ni de refugio ante la desesperación o el ocaso de una vida sino
que ha de ser un estilo que marque nuestra trayectoria vital, porque no sabemos
ni el día ni la hora en el que nos reuniremos con Cristo, y para ello tendremos
que estar preparados, y esa preparación no es cosa de dos días, ni ha de ser
apresurada o por la imposición de un sacramento, el de la unción, en los
últimos minutos de existencia.
Durante
mucho tiempo se ha entendido el estar en vela y vigilantes como el mantener una
excesiva tensión y preocupación por cada acto, considerando todo aquello que se
salía de unas normas casi espartanas, dictadas como preceptos por la Iglesia,
como pecados (muchos de ellos mortales) que te llevarían al infierno. Todo esto
no era otra cosa que losas difíciles de llevar que evitaban vivir con
naturalidad y respirar libremente como hijos de Dios, viviendo continuamente
amargados y amargando a los de tu alrededor sin la alegría que ha de
caracterizar al cristiano.
Ese
estar en vela significa no cerrar los ojos antes las situaciones que claman
justicia y necesitan de nosotros. Es cierto, los cristianos no somos perfectos
pero intentamos superarnos en calidad humana constantemente, eso no nos lo pueden
reprochar y quién lo haga es simplemente porque no es capaz de mirarse y ver
que, con ese reproche, está evitando ser responsable al menos como humano de lo
que pasa a su alrededor, asignando la salvación del mundo a los demás; Los
cristianos no tenemos la exclusiva ni la absoluta responsabilidad de aniquilar
el mal en el mundo, pero si sabemos que hemos de hacer algo y lo intentamos.
Esa es la razón por la que nos preparamos para acoger a Dios en nuestras vidas
cada día, y en ciertos momentos como los tiempos litúrgicos fuertes. En el Adviento,
revisamos nuestras actitudes e intentamos mirar hacia adelante siendo
conscientes de nuestras debilidades y caídas, pero también con afán de
superación y deseos de más Dios en el mundo.