“Designó
el Señor a otros setenta y dos, los mandó por delante…”. Estamos
acostumbrados a la casi exclusiva presencia y actividad de los doce alrededor
de Jesús, sin embargo en este evangelio queda claro que Jesús envió a muchas
personas y que sus seguidores cercanos eran muchos más que doce. Estos, a los
que Jesús enviaba delante de Él, eran los que allanaban y preparaban el camino para
que cuando llegara Jesús, la semilla que el esparcía cayera en tierra
preparada. No hemos de olvidar tampoco el simbolismo del número 7 (setenta y
dos aquí) en toda la tradición de la escritura y el pueblo de la Antigua
Alianza, simbolismo del que Jesús se sirve también. El numero 7 representa la
totalidad. El significado que se desprende de este número, por tanto, es muy
significativo; Nos viene a decir que somos todos los enviados y así hemos de
sentirnos, porque la misión de anunciar y vivir como Jesús no pertenece solo a
unos pocos sino que es un estilo que ha de impregnar a todos los bautizados.
“¡Poneos
en camino!...decid primero: Paz a esta casa”. El estilo de vida de
Jesús era atípico, un maestro-profeta que no tenía un sitio fijo, que vivía sin
lugar donde reclinar la cabeza muchas veces y dependía de la caridad y la buena
voluntad de la gente. Precisamente esa buena voluntad es a la que se refiere
cuando invita a sus discípulos a que la valoren y la aprovechen, no maldiciendo
a nadie que no la muestre sino agradeciendo la hospitalidad de los que la
ofrecen. Este estilo de vida promueve precisamente eso, la gratuidad, la bondad
del que ofrece lo que tiene sin pedir nada a cambio. El único pasaporte que
hemos de mostrar es nuestros deseos de
paz.
“Comed
y bebed de lo que tengan…y decid: está cerca de vosotros el Reino de Dios”.
Es cierto que muchos sacerdotes, sucesores de los apóstoles como defendemos en
la comunidad católica, no nos dan ningún ejemplo en este sentido y viven en la
opulencia del que le sobra, o no acogen en su casa, o simplemente sus palabras
no son bálsamo de esperanza sino espadas de doble filo… Pero tampoco es menos
cierto que hemos cargado siempre las tintas con los sucesores de los apóstoles,
los sacerdotes, y nos hemos olvidado que esta escritura nos recuerda que somos
todos los enviados, que la misión pertenece a todos los cristianos y que estas
actitudes y estilo de vida de Jesús son una invitación a todos.
Por
tanto, todos, sacerdotes, religiosos-religiosas y laicos, hemos de entender que
nuestras palabras en este mundo han de ser reflejo de lo que ya vivimos, porque
si los que, de palabra, invitamos a la paz y predicamos el Reino de Dios, no lo
apoyamos y mostramos con nuestro testimonio de vida, no estaremos siendo sino
todo lo contrario, un anti testimonio, y por tanto no estaremos allanando y preparando
la tierra como lo hacían aquellos setenta y dos, para que la semilla del Reino caiga
en tierra buena.
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