“En aquel tiempo, Jesús volvió a
Galilea con la fuerza el Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca”.
A veces, al volver al lugar de origen, del que hemos marchado por muy diversas
razones, hemos de hacer un ejercicio de valor y fuerza interior; hemos de
superar muchos miedos y barreras que allí teníamos; superar rencillas y
problemas con otros, y estar muy por encima de las circunstancias pasadas.
Jesús vuelve a su pueblo, Jesús
vuelve entre los suyos (eso no quiere decir que sea más fácil la misión, más
bien todo lo contrario), pero ahora acompañado de la fuerza que solo transmite
el Espíritu. Con una misión clara y con el convencimiento de que tiene la
fuerza suficiente para llevarla a cabo, vuelve renovado. De hecho, esa fuerza y
clarividencia de su misión se hace patente en la gente que lo sigue, lo busca y
lo alaba por allá donde pasaba.
“El Espíritu del Señor está sobre
mí, porque Él me ha ungido…”. Cuando uno está convencido de lo que hace
y pone toda su fuerza para luchar por
ello, esa fuerza se transmite a los que tiene alrededor.
Hemos de preguntarnos, si
nosotros actuamos como discípulos de Jesús convencidos; si notamos esa fuerza y
presencia del Espíritu en nuestras vidas, o en cambio, lo que nos mueve es la
inercia y la costumbre.
“Toda la sinagoga tenía los ojos
puestos en Él. Y les dijo: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.
El texto de la lectura del profeta Isaías en la sinagoga de Nazaret,
normalmente ha sido muy interpretado en relación al cumplimiento de las
promesas de dicho profeta, realizadas en Jesús. Pero creo que, por esa única
interpretación (que también puede ser importante, pero no por ello única), se
ha descuidado mucho un mensaje que hay de fondo, y que nos muestra la elección
clave y decisiva de Jesús. Su opción preferencial.
Al finalizar la lectura en la
sinagoga, el mismo Jesús proclama que lo que ha leído se cumple en esos
momentos. Ese momento, del que habla Jesús, está íntimamente relacionado con su
elección y así lo proclama.
Jesús podía haber elegido otro
pasaje de la biblia para leer en la sinagoga de su pueblo, sin embargo, elige a
un profeta y unas palabras que, para Él, son determinantes y con las que se
siente identificado. Un profeta que denuncia las injusticias que sufre su
pueblo, pero que no se queda ahí, sino que siente la responsabilidad de
trabajar por ello.
Es el programa de la buena
noticia de Jesús, y así lo anuncia Él mismo, entre los suyos, donde empieza su
ministerio; Jesús les habla de que siente la fuerza del Espíritu de Dios para optar
y luchar por los pobres, los cautivos, los enfermos, los faltos de libertad…
Él no escoge un texto que hable
de liturgias, de ritos, cultos o preceptos establecidos…No habla del Templo ni
de cuestiones legales, sino que opta por la justicia y la misericordia como
base cimentadora de su mensaje, y como la única manera de construir una
sociedad más justa, humana y más de
Dios.
¿Y nosotros? ¿Qué programa de
vida tenemos? ¿Qué opción tenemos como cristianos?
No hay comentarios:
Publicar un comentario