viernes, 8 de abril de 2016

¡Echad las redes! (Jn 21, 1-19)

La confianza, tanto en nosotros mismos como en Dios, es uno de los temas de fondo que creo que nos trae la Palabra. De alguna manera, la confianza es un aspecto-condición de la fe.
Los seguidores y discípulos de Jesús van descubriendo, notando, la presencia de su Espíritu después de su muerte (lo experimentan-sienten resucitado) en diversas ocasiones.
“Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago Tiberiades”. En esta ocasión Jesús se “deja ver”, se hace presente, en el trabajo cotidiano. Allí donde a veces nos puede el desánimo y la rutina, es por eso que, a veces, los frutos de nuestro trabajo son escasos y nada edificantes.
Es cierto que son muchas las prisas y el estrés en el mundo laboral, y que eso hace que desempeñemos nuestras tareas de forma mecánica y sin ilusión. Pero cuando vemos nuestro trabajo como una carga y vivimos amargamente tantas horas de nuestro día, puede que nuestra percepción de la realidad y nuestra cotidianidad se vuelva triste e insoportable.
“Echad la redes a la derecha de la barca y encontraréis”; “Es el Señor”. Sin embargo, cuando descubrimos el trabajo como un don para servir a la sociedad; Cuando desempeñamos nuestras tareas con el convencimiento y la actitud de ser para los demás, en definitiva, cuando descubrimos a Dios en nuestro quehacer laboral, le damos un sentido a lo que hacemos y salimos de la rutina y el sinsentido, transformando nuestra acción y nuestra vida en una ofrenda continua en la que se multiplican los frutos.
“Traed los peces que acabáis de coger”; “Vamos a almorzad”. Nuestro trabajo y sus frutos, solo tienen sentido en cuanto que los compartimos. No podemos ser solos, no hemos nacido para la soledad absoluta. Todo lo que somos y hacemos adquiere sentido pleno si lo entregamos y lo hacemos por y para los demás.
“¿Me amas?; Sí Señor tú sabes que te quiero”. Es evidente que esta pregunta repetida tres veces con su triple respuesta positiva, tiene un carácter catequético y simbólico. Tantas veces como Pedro negó a Jesús ahora lo acepta y quiere. Podríamos decir que es una nueva conversión, una purificación de lo corrupto del haberle negado.
También en nuestra comunidad eclesial tenemos que descubrir a Jesús. Muchas veces nos empeñamos en pescar de noche, como los discípulos, hacemos cosas sin saber el porqué, desde la rutina religiosa; No hemos descubierto que Jesús es  luz y vida, que es el amanecer y que con Él todo es posible. Nos mantenemos con las viejas técnicas de pesca y no nos atrevemos a echar las redes en otras direcciones, algo a lo que nos invita Jesús, para descubrir que hay abundancia de peces (de bienes). La nueva exhortación apostólica del papa Francisco: “La alegría del amor”, es un atisbo de ese nuevo descubrir, aceptar, amar… ese echar las redes sin miedo hacia otros lugares, situaciones sociales, y personas que necesitan del amor de la iglesia y que han estado tan abandonados por ella. Hay atisbos aunque aún con mucho miedo.
Jesús nos invita desde la orilla a no tener miedo, a mirar la luz del horizonte amanecido, a que seamos una Iglesia que trabaja en la luz y no desde la noche y la oscuridad; Nos invita a resucitar a una vida nueva, a una renovación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario