sábado, 16 de enero de 2016

La transformación del amor ¡Caná! (Jn 2, 1-11)

Cuando nos ponemos delante de un texto tan archiconocido como el de las bodas de Caná, corremos el riesgo de pensar que ya está todo reflexionado y que poco podremos aplicar y redescubrir. Y es cierto que es un texto que la tradición ha utilizado en muchas ocasiones y ha reflexionado e interpretado, pero eso no quiere decir que no esté de absoluta actualidad y que no podamos aplicarlo a nuestra vida con renovada  frescura.
“Falto el vino y la madre de Jesús le dijo: “no les queda vino”. Jesús le contesto: “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora”. Su madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que Él os diga”. Queda patente en este relato, que María era una mujer sensible, que se preocupaba por sus vecinos, que sufría cuando algo no iba bien y se implicaba en lo que podía para ayudar a los demás. No fue una mujer que se desentendió del problema que aquellos recién casados tenían; Ella supo que podía ayudar y busco la manera.
Quizás nosotros, a veces, nos desentendemos con demasiada facilidad de los problemas de nuestro mundo, de las dificultades de los que nos rodean; Preferimos no saber, porque así es más fácil no hacer.
María sabe que su Hijo puede hacer algo y ella hace de intermediaria. En un principio la respuesta de Jesús es fría e incluso nos puede parecer que poco solidaria y despreocupada, pero María conoce a su Hijo y, sin hacer demasiado caso a la respuesta que le da en un principio, confía plenamente en Él y manda a los sirvientes que se acerquen y obedezcan a Jesús.
María, una vez más, nos da una lección de confianza en Dios. Ella busca a Dios en la necesidad y no deja nunca de confiar en Él. Pide con fe y se acerca a Dios con confianza. Debemos preguntarnos si tenemos la misma fuerza y confianza que María tenía en Dios.
“El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía…”. Cuando de verdad nos acercamos a Dios, a Jesús, con confianza, Él cambia nuestra tristeza en alegría, es capaz de cambiar nuestra visión pesimista de la vida, nuestra forma de vivir, en alegre plenitud. Él cambió la simple agua de las tinajas destinada a los lavatorios rituales, en el vino de la alegría de la vida, gozo de celebrar juntos y compartir la unión entre los hombres. Él bendice la unión y el amor de aquella pareja y festeja la alegría de sus vecinos y amigos.
Me viene ahora a la cabeza el último vídeo que ha protagonizado el papa Francisco (lo tengo puesto en la página principal del blog), invitándonos primero a creer en el amor, para después poder celebrarlo, en nuestro caso, en la comunidad cristiana, pero en otros casos a través de otras comunidades humanas. Porque lo importante no es tanto el nombre de Dios, sino la unión de los hombres en el amor.
“Así comenzó Jesús sus signos…”. Esta es la primera manifestación pública de Jesús que tenemos. La mejor forma de empezar su ministerio es celebrando el amor y la felicidad. Un buen comienzo. Hemos de plantearnos cómo comenzamos cada uno de nuestros días, con qué actitud nos levantamos y comenzamos nuestras tareas. Por que seríamos injustos si no reconocemos que tenemos razones de sobra para sonreír y celebrar la vida, porque seríamos injustos si no celebramos el amor que hemos recibido.

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