jueves, 19 de noviembre de 2015

"Mi reino no es de este mundo" (Jn 18, 33-37)

“¿Eres tú el rey de los judíos?”; “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?”. ¿Qué decimos de los demás? ¿Hasta dónde damos credibilidad a lo que otros nos cuentan de algunas personas?
A veces me da la sensación de que nuestra comunidad está llena de cristianos de papel (cristianos que están registrados en los libros parroquiales y en partidas de bautismo, registrados en papeles pero sin vivir ni practicar los valores del reino predicado por Jesús); Cristianos que tienen sus nombres registrados en la Iglesia, pero no su corazón. Creen por lo que otros les han contado, viven de historias y tradiciones sin haberlas meditado y digerido ellos primero, y por eso, a la primera de cambios, nos vemos solos en las comunidades, gastando nuestros esfuerzos en atraerlos de nuevo a la comunidad en la que “nunca han estado”.
“Mi reino no es de este mundo”. Efectivamente a Jesús no le interesa ser rey de este mundo, como los reyes que gobiernan cosas y personas. El no quiere reinar en un mundo donde la violencia, la avaricia, el sin sentido y la cerrazón destruyen a las personas y ensucian el nombre de Dios. Él cree que otro reino es posible, un reino donde las riquezas sean los valores universales  que nos ayuden a convivir en paz, un reino donde Dios, el Dios de la verdad, el creador de todo el universo, que no discrimina razas, lenguas, religiones o peculiaridades de cualquier otra índole, sea el Padre de todos.
“Yo para eso he nacido…para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”. Señor, qué difícil es aceptar y llegar a entender que tu voz resuena estos días en tantas cosas que deshacemos. Que tu voz es el grito desgarrador de un Padre dolido. Que tu grito es el de tantos inocentes que ven sus vidas truncadas (sean de dónde sean y de la religión que sean)  por las muerte injusta en manos de radicales que llevan tu nombre en los labios, ensuciándolo heréticamente, cuando con sus manos destruyen la vida que Tú has creado; O víctimas de aquellos que se guían por políticas de destrucción.
Naciste para ser testigo de la verdad, y hoy estás más vivo que nunca, renaces en cada acto injusto, en cada palabra que ensucia tu nombre, en cada vida que cierra los ojos para encontrarse contigo como hijos pródigos que se marchan de este mundo porque otros les han echado.
Vergüenza me da sentarme delante del televisor y escuchar, y contemplar tanta barbarie, y tanto comentario inútil de políticos-diplomáticos que no resuelven nada porque no te ven, porque no te escuchan, porque no creen que estés hablando-gritando.
Si de verdad no aceptáramos más rey que Tú, si de verdad creyéramos que eres el único Señor del universo no pasarían estás cosas. En tu cruz clavaron un letrero que rezaba así: “Este es Jesús el rey de los judíos”. Ojala entendamos que tu sufrimiento en la cruz no fue para adorarlo, sino que precisamente Tú sufriste para que se acabara el sufrimiento de este mundo, para que lucháramos por abolir tanto sufrimiento inútil y no para contemplarlo impasiblemente.
Te ruego y acudo a Ti, e invito a mis lectores a que te miren con confianza para saber descubrir la Verdad, para encontrar la luz que nos falta cuando perdemos la razón, cuando te perdemos de vista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario