Prejuicios, hoy me lleva la Palabra a hablar de los
prejuicios con los que nos condicionamos y condicionamos a nuestros semejantes
y, más aún, en muchas ocasiones a los que más cerca tenemos.
“Fue Jesús a su tierra en
compañía de sus discípulos”. El modo de proceder de Jesús no fue
distinto en su pueblo del que utilizaba en otros lugares, no fue distinto
porque estuviera con los “suyos”, no tuvo un trato de favor en el hablar o el
hacer. Sin embargo, con Él, los suyos si tuvieron reparos, diferencias, prejuicios…
“¿De dónde saca todo esto?”.
Por un lado, nos mueve la curiosidad de saber qué tiene que ofrecernos alguien del
pueblo que ha estado tiempo fuera, en la ciudad, con gentes de otros lugares… Y
por otro, partimos ya con preconcepciones e ideas que condicionan nuestro
juicio hacia los otros, en cuanto oímos cosas que nos descolocan o que no
entran en nuestros esquemas mentales; cualquier novedad que pueda hacernos
cambiar o que simplemente requiera asumir riesgos ante lo desconocido, nos hace
reaccionar rechazando lo diferente con la excusa de que sabemos de dónde o de
quién viene. Lo más fácil entonces es juzgar, descartar, desechar tanto a las
propuestas como a las personas.
Nos cuesta descubrir a Dios de
una forma tan cercana, en lo cotidiano y lo conocido. Parece como si no estuviéramos
preparados para descubrir a Dios en los otros, y aún es más difícil si ese otro es un vecino nuestro,
un familiar, o alguien que vive en el mismo lugar que nosotros. Sin embargo,
hemos de acostumbrarnos y aprender del Maestro, Él nos enseña que Dios está a
nuestro lado, más cerca de lo que pensamos o creemos; que a Dios no podemos, no
debemos, esperarle en un carro de fuego como pensaban sus vecinos que llegaría
el profeta Elías. Dios se encarna en la cotidianidad, en la humanidad más
cercana.
“No pudo hacer allí ningún
milagro…, y se extrañó de su falta de fe”. Sí, quizás es cierto que
para eso hay que tener fe; quizás para descubrir verdaderamente a Dios en los
demás hay que tener mucha fe, pero esa es la única manera en la que Él puede
actuar entre nosotros, a través de la fe.
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