Comenzamos
el Adviento, y una forma hermosa y muy potente de entender lo que nos espera es
comenzarlo con este texto de Lucas.
“Habrá
signos en el sol y la luna y las estrellas…”. Estos signos de los que
nos habla proféticamente el evangelista Lucas son herencia veterotestamentaria
del profeta Daniel. Los judíos entendían perfectamente este lenguaje
profético-apocalíptico, aunque para nosotros hoy sea difícil de entender. Todos
esos signos tan sorprendentes anuncian cambios definitivos, cambios
profundamente importantes.
Para
los judíos y las primeras comunidades cristianas, los gobernantes de las
naciones de aquel tiempo eran fieras, eran bestias (así lo refleja el profeta
Daniel y lo recupera Lucas); Bestias que no tenían compasión de los más
pequeños ya que no gobernaban, sino que abusaban. Pero la llegada de Jesús,
pone rostro bondadoso y cualidades humanas al verdadero rey del universo.
Estas
palabras las pone Lucas en boca de Jesús en un momento en el que los discípulos
le preguntan cuándo será el final de los tiempos (en un contexto en el que
Jesús habla de la destrucción del templo); El mensaje que quiere transmitir
Jesús es que lo construido por hombres es perecedero, pero lo que viene de Dios
(su Palabra y su Amor no pasarán). Es un texto ideal para comenzar el tiempo de
Adviento que nos prepara para el nacimiento de Cristo, el Dios hecho Hombre;
Ese ha sido el gran renacer para toda la humanidad, y por eso tenemos que estar
preparados siempre para recibirlo.
“Entonces
verán al Hijo del Hombre venir… Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad
la cabeza, se acerca vuestra liberación”. Estos cambios, estas señales
tan alarmantes no han de asustarnos, todo lo contrario, debemos estar preparados;
Tenemos que cuidar ese amor a Dios cada día, porque esa es la manera de estar
con Él. El amor entre Dios y los hombres no ha de ser intermitente, sino que ha
de ser una relación eterna, cuidada y mimada a cada instante. Si esto es así,
cuando llegue el momento, podremos mirar a Dios, debemos mirarlo y alzar la cabeza
con dignidad y sin miedo.
“Tened
cuidado: no se os embote la mente…Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza…”.
Por un lado, en el evangelio, se distingue entre la actitud de las naciones que se asustan con estos signos
y cambios, porque viven bien así, en este mundo en el que reina la injusticia y
la violencia; Y la actitud que debemos tener nosotros, los que esperamos en
Cristo. Desgraciadamente los cristianos no estamos exentos de estas actitudes
de destrucción y violencia, pero Jesús nos invita a que no se nos “embote la
mente”, para no contaminarnos de la corrupción y el mal que mata al semejante.
Este
tiempo de Adviento es un tiempo de gracia, un regalo para preparar bien nuestro
corazón, nuestras actitudes y nuestras opiniones ante tanto sufrimiento y
violencia que estamos viviendo estos días. Preparemos bien la venida del cambio
que nos trae Jesús, aunque esta preparación se tenga que hacer en medio de
signos bestiales de destrucción.