La misión del cristiano no es
para solitarios, es misión compartida, porque donde dos o más nos reunimos en
nombre de Dios allí está Él; Porque no es una misión simplemente humana, sino
divina, en la que colaboramos los humanos que hemos sido llamados y hemos
apostado por ella. Precisamente por eso, por su origen divino no necesita de
superficialidades ni estorbos humanos superfluos, sino sencillamente de la
voluntad, el amor y la fe; Y por parte de quien la recibe buena acogida y
gratitud.
Así es como Dios sueña un mundo
justo y equilibrado para nosotros sus hijos ¿De qué sirve mucha maleta para el
camino, si cuando lleguemos al destino encontramos una buena acogida de los
hermanos y tendremos lo necesario? Y si no lo encontramos, con irnos nos basta.
Quizás las muchas cosas externas
estorben al mensaje principal, a las decisiones que debemos tomar, a los
sentimientos… Esta misión está liderada por el amor, ese mismo amor es el que
tiene autoridad sobre “espíritus inmundos”, es decir, sobre injusticias,
estigmas y dolencias de alma y cuerpo. Sólo con amor y comprensión, los humanos
podemos vencer los miedos que hacen que nos despreciemos, nos matemos por no
profesar el mismo credo o las mismas ideas… Esa es la autoridad que Jesús da a
sus discípulos, la autoridad del amor, porque lo que se hace con amor lo justifica
todo.
En definitiva lo que Jesús quiere
trasladar a su pueblo, a través de sus discípulos, es que el estilo de vida que
Él llevaba con sus apóstoles, lo pueden/podemos llevar todos. Que necesitamos
un cambio en nuestras costumbres para que nuestro mundo sea más justo y equilibrado.
Que mientras unos viven en la sobreabundancia, otros no tienen ni qué comer ni
con qué vestirse, y eso quien no lo quiera ver o escuchar es digno de que se
sacudan hasta el polvo que se ha pegado en los pies del mensajero, discípulo, al salir de su casa.
Jesús no propone una vida llena
de excentricidades, no pretende que vivamos en la miseria. Como bien dice J. M
del Castillo: “El Evangelio no presenta una forma externa y extravagante de
vivir. Lo que el Evangelio ofrece es una forma de vivir, que no está ni
determinada ni condicionada por el dinero y el bienestar, sino por el proyecto
de aliviar el sufrimiento y por el respeto a la dignidad y los derechos de
todos”.
Porque no está mal vivir con
dignidad, pero si la dignidad pasa a la comodidad pasiva del que quiere hacerse
sordo o ciego, es decir, un espíritu inmundo, es misión del discípulo de Cristo
el sacarlo del corazón de esos hombres que están poseídos, para que puedan ver
con claridad y descubrir un mundo nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario