viernes, 5 de octubre de 2018

Una sola carne (Mc 10, 2-16)

Lo que se plantea en este texto realmente no es el tema del matrimonio y el divorcio como tal sino más bien la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer en la sociedad-religión judía. 
“¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?”. No hemos de perder de vista quién es quienes le plantean el tema a Jesús y con qué intenciones. Son los fariseos, los mimos que muchas otras veces habían acudido a Él con intenciones de pillarle en renuncios en relación a la Ley y las normas, en torno a la pureza y el templo…
Los judíos fariseos consideraban los derechos de los hombres casi ilimitados, como defendían algunas escuelas rabínicas, y ellos querían saber si Jesús estaba de acuerdo con ello (Este texto no puede entenderse del todo si no se lee Dt 24, 1-4). La defensa de la dignidad de la mujer que abanderaba Jesús era por todos conocida, y esa actitud chirriaba en los sectores judíos más radicales. No obstante, para ser sinceros, tenemos que decir que entre la comunidad teológica no hay consenso en si este texto es realmente de época de Jesús (es decir si se le puede atribuir a Él) o pertenece a una comunidad primitiva pero postpascual; sea como fuere, es ya un intento de revalorizar la dignidad del matrimonio y, sobre todo, de la mujer en el cristianismo más naciente.
“Serán los dos una sola carne”. Jesús, como muchas otras veces, ve en los fariseos intenciones  y poco inocentes, y les deja claro que el hombre y la mujer han de tener los mismos derechos. Al unirse en matrimonio el hombre y la mujer ya no son dos sino una sola carne, y por lo tanto gozan de los mismos derechos y las mismas obligaciones.
El tema del divorcio en la sociedad judía no se entendía como lo entendemos en la actualidad en nuestra sociedad occidental. Evidentemente la situación de la mujer a todos los niveles tampoco era la misma, por tanto las obligaciones y derechos de que podía disfrutar tampoco lo eran.
Dios nos ha hecho distintos, no solo al hombre y la mujer sino a todos los seres humanos; y que como bien dice J. M. Castillo, entre el hombre y la mujer: “La diferencia es un hecho, pero la igualdad es un derecho”.

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