viernes, 26 de enero de 2018

La autoridad de Jesús (Mc 1, 21-28)

“Llegó Jesús a Cafarnaún…”. Cafarnaún fue para Jesús un lugar de referencia; Él dejó Nazaret para anunciar el Reino, pero quizás encontró en Cafarnaún un lugar donde poder reponerse, visitar amigos y familiares, intercambiar impresiones-vivencias y conocimientos con los viajeros que paraban en la ciudad, ya que Cafarnaún era ciudad fronteriza y en aquel tiempo una ciudad de unos 1500-2000 habitantes (bastantes en aquel momento). Se dice que también tenía Pedro allí su casa.
Sea como fuere, lo que sí está claro es que el relato resalta que Jesús se acercó a la sinagoga porque era sábado. Aunque hoy lo vivamos, casi todo, de una manera tan institucionalizada, en tiempos de Jesús la lectura y explicación de la Escritura no estaba reservada sólo a los letrados y ancianos, sino que podía realizarla otro varón de la comunidad, o viajero que estuviese de paso por aquella ciudad, que tuviera reconocido prestigio o simplemente como muestra de acogida.
Otra cuestión sería el análisis de la palabra sinagoga (keneset) ya que podría hacer referencia más a la comunidad-asamblea humana que al edificio físico; pero no es objeto de esta reflexión y por tanto obviaré el tema.
“No enseñaba como los letrados, sino con autoridad”. Es una afirmación muy clara en el evangelio. No hemos de evitar la comparación que el mismo relato muestra. El pueblo se cansa, desconecta e incluso ignora las palabras de los letrados, de los sabios y doctos porque no vienen de la vivencia coherente, porque no transmiten vida sino preceptos y normas que ellos no viven, porque no hablan con autoridad sino con voces altisonantes y juicios teóricos, sin reparar en la persona ni la corrección fraterna. ¿De dónde le viene la autoridad a Jesús? ¿Por qué le siguen y distinguen de los letrados?
¿Qué quieres de nosotros Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Es muy importante aquí la distinción entre el Tú y el nosotros; el “nosotros” hace referencia a un grupo.
Esta salida de tono de uno de los presentes en la sinagoga, ocurre inmediatamente después de que Jesús enseña y algunos se quedan asombrados de dicha enseñanza. La autoridad y enseñanzas de Jesús asombran a unos y hacen temer a otros. Lo que enseñó Jesús no es lo que estaban acostumbrados a escuchar, les descuadra, les enseñaba otras cosas y desde otros puntos de vista ¿De dónde salía esa enseñanza? No solo hay una forma de enseñar y vivir la Palabra de Dios. El “espíritu inmundo” se siente frágil y cuestionado. Sólo alguien que vive con fanatismo es capaz de increpar lo que Dios quiere. Jesús es interrumpido por el hombre que vive con cerrazón fanática porque se siente tocado por dentro, porque lo que dice Jesús está lleno de vida y contra eso no puede nada.
¿Qué quieres de nosotros, de mi; Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nuestros prejuicios, juicios a los otros, con nuestras incoherencias, con nuestra falta de escrúpulos y moralinas baratas que encuentran su lugar en dónde tendrías que estar Tú?
“Calla y sal de él”. Sal, sal de la boca que dice lo que no piensa, sal de la mente que está atada porque otros quieren atarlo, sal y se libre, sal y acoge y vive la Palabra de Dios en tu vida y no como otros (el nosotros del texto) quieren que la vivas. La Palabra de Dios está viva porque  descubres que te interpela y que puedes leerla y vivirla desde otros puntos de vista. Tus amigos los letrados te han anulado. Es como reconocer que Jesús habla desde la Verdad y reconocer quién es, y por otro lado no poder seguirle, no querer escucharle ¿Hay miedos en la comunidad?
El endemoniado es un claro ejemplo de alienado social, de humano manipulado, de un atado interior, “¡Sal de él!”.
No hay nada como sentirse libre, porque sólo ahí es donde puede hacerse presente Dios. Él no quiere cárceles, ni físicas ni psíquicas. Esto no implica vivir con un desorden moral y social, todo lo contrario, porque cuando se escucha con sinceridad y libertad la Palabra, no se puede sino vivir acorde a Ella porque Dios está contigo, es parte de ti.
La paradoja vuelve de nuevo al evangelio, como en otras muchas ocasiones, por un lado Jesús manda callar porque aún no es la hora de hablar de ciertas cosas pero por otro lado “su fama se extendió enseguida por todas partes…”.
 
 

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