viernes, 11 de noviembre de 2016

Templos vivos (Lc 21, 5-19)

“Algunos ponderaban la belleza del Templo…”. Quedarnos en lo superficial o centrarnos en lo esencial e invisible siendo conscientes de lo que eso significa y de sus consecuencias, ha sido siempre una eterna lucha entre los hombres que decimos profesar una religión. Lo material, lo espiritual, ambas… el equilibrio… Este debate, según nos refleja este pasaje de Lucas, también lo vivieron aquellas generaciones.
La posición y mensaje de Jesús están claros; Aunque Él utilizó y respetó el templo por lo que representaba, no se quedó en ello y nos enseñó que las piedras sobre piedras son construcciones humanas y que, como tales, han de perecer al igual que le pasará al mismo hombre.
“Llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra…”. A aquellos hombres les preocupaba cuándo iba a suceder aquel final, querían estar preparados por si podían salvarlo, por si podían evitarlo, al igual que se preocupaban por el final de la propia existencia. Esto lo han aprovechado muchos oportunistas que, sabiendo de esta preocupación, se han lucrado y lucran autoproclamándose jefes espirituales-profetas que saben del fin. Ante estos timadores Jesús apercibe asegurando que nadie sabe de dicho final, solo Dios.
Jesús nos exhorta a no vivir preocupados por saber el final, ni de dar crédito a falsos profetas que se aprovechan de la ingenuidad humana; Él nos invita a vivir en este mundo siendo verdaderas rocas, siendo templos de Dios. Jesús insiste en que el mayor templo donde habita Dios somos nosotros mismos. Este es el motivo por el que los hombres hemos de cuidarnos, porque somos piedras vivas del templo que alberga lo más sagrado, hemos de respetar la dignidad de todo hombre y mujer sabiendo que en ellos también habita Dios.
Jesús conoce la naturaleza del ser humano, sabe de nuestras debilidades y nuestras miserias y profetiza que entre nosotros habrá guerras,  separaciones y persecuciones… pero que nosotros, los que afirmamos seguir a Cristo, hemos de dar testimonio, ser ejemplo de templos que nadie puede ni debe profanar. Ese es el mensaje, el cambio de paradigma que ofrece Jesús; Que lo importante no son los templos de piedra sino los templos vivos. No profetizó tanto la destrucción de un templo concreto sino más bien la transformación de la religión del momento.
Os harán compadecer antes reyes y gobernantes…Yo os daré palabras y sabiduría”. Hoy, sigue habiendo voces que escandalizan a los pequeños, a los pobres o desinformados, o simplemente a aquellos que ponen su confianza en los demás, en los que han votado en democracia. Hoy, políticos y poderosos atemorizan y vaticinan catástrofes ecológicas y desastres financieros con consecuencias en la economía doméstica, cuando hay algo que no les cuadra o beneficia. Son los nuevos falsos profetas del mal, profetas del reino de egoísmo, del “cuanto más tengo más quiero”. Pero Cristo nos sigue exhortando a vivir en la humildad, a no derrochar pero también a no tener miedo ni poner toda nuestra confianza en los bienes materiales ni la economía. Jesús sabe que este no es un camino fácil, que ello significa remar a contracorriente (no es un mundo fácil para los cristianos que quieren vivir bajo la lógica del Reino) y por eso sufriremos todo tipo de persecuciones y difamaciones; E incluso recibiremos todo tipo de ofertas para separarnos del camino que propone Jesucristo, pero es precisamente en ese momento cuando Él nos dará su fuerza y palabras de sabiduría.

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