sábado, 1 de octubre de 2016

"Auméntanos la fe" (Lc 17, 5-10)

La fe, una palabra tan sencilla pero a la vez tan compleja y abstracta, tan universal y genérica como íntima, subjetiva y personal.
Quizás muy osada la petición de los discípulos: “Auméntanos la fe” ¿Qué fe? ¿A qué se referían? ¿Sabemos en realidad lo que significa tener fe?
“Si tuvierais fe como un grano de mostaza…”. La fe no entiende de categorías-medidas humanas. Jesús reconoce en sus discípulos que su fe es más pequeña que un grano de mostaza, es decir que es una fe de mínimos, una fe aún precaria… me atrevería a decir infantil. Pero ¿En qué se basaba para afirmar esto?
La fe supone un cambio de actitud. Un disfrutar de y con la vida que cambia nuestra forma de ser con nosotros mismos y con los demás. La fe conlleva una alegría y esperanza capaces de silenciar el dolor, la tristeza e incluso la muerte. Por eso los discípulos pidieron a Jesús que aumentara su fe, porque seguramente ellos veían en Él una actitud distinta ante la vida, una fortaleza difícil de entender y de adquirir pero que les resultaba llamativa y la deseaban.
¿Puede alguien aumentarnos la fe? ¿Es responsabilidad de Dios nuestra fe? En la Iglesia se define muchas veces la fe como un don, y entendida así parece que no la puede tener todo el mundo, pero yo creo que la fe es una dimensión que todo ser humano tiene y a la que debemos abrirnos. Hay ciertas acciones, actitudes y lugares que facilitan el cuidado y apertura a la fe; En ellos están incluidas todas las religiones, esa es su tarea, descubrir al ser humano su dimensión de fe para que descubra el mejor camino que le acerque al transcendente, a Dios.
Todo esto lleva a plantearse la actitud del cristiano adulto que ha crecido físicamente, profesionalmente y personalmente, pero que ha olvidado el cuidado de su dimensión de fe viviendo de las rentas recibidas en la niñez, y por tanto manteniendo una fe infantil en un ser adulto.
Se dice en el mismo evangelio de Lucas, refiriéndose a Jesús aún siendo joven, que: “El niño crecía en estatura, gracia y sabiduría”. Esta es una asignatura pendiente en el cristianismo, al menos en la Iglesia católica, nutrir, cuidar el proceso de fe. Es cierto que esto es una responsabilidad personal, pero la Iglesia como cabeza y madre, también debería facilitar caminos y medidas más realistas y adaptadas a los tiempos, para que no se descuide la fe. Nuestros chicos y chicas crecen en estatura y conocimientos a un ritmo vertiginoso. No descuidemos el cuidado y el crecimiento de su fe, porque al igual que los discípulos se lo pidieron a Jesús, ellos nos demandan que aumentemos su fe, es decir, que les ayudemos a cuidar su fe. Si bien es cierto que “un ciego no puede guiar a otro ciego”, es por tanto necesario que antes revisemos y mimemos nuestra relación con Dios, nuestra fe.
 

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