sábado, 4 de junio de 2016

Com-padecerse. La viuda de Naím (Lc 7, 11-17)

Jesús tiene compasión y siente lástima de la gente que lo pasa mal, más aún cuando sabe que las fatalidades humanas se acrecentaban en un pueblo, el suyo, que discriminaba y relegaba a los márgenes de la sociedad a personas como las viudas, las mujeres en general y otros colectivos. Son estas situaciones  las que hacen Jesús se pare ante el dolor y preste su ayuda. Ante el cortejo de la muerte y los que lloran, Jesús no se muestra indiferente. Jesús sabía que la situación de la mujer en su tiempo era difícil, pero era aún más complicada la situación de las viudas a las que no atendía nadie, como iba a ser el caso de esta, la viuda de Naím, que no sólo había perdido al marido sino que acababa de perder al único hijo varón que tenía. Hemos tendido siempre, con el afán de divinizar en exceso, a dar la imagen de Jesús como el de un Dios que, aún siendo humano, se muestra frío o demasiado hierático; Sin embargo Jesús se emociona y siente con los que padecen, no sólo soluciona sino que empatiza y padece con los que padecen.
Ante las situaciones duras que nos pone la vida a los humanos, situaciones que no vale esquivar porque vienen si o si, a veces, las incrementamos con nuestra falta de sensibilidad y el volver la vista a otro lado.
“Lo que no admite duda es que los evangelios nos indican que Jesús defendió siempre la vida. Y luchó contra el sufrimiento de las personas en situaciones de sufrimiento y desamparo que encontró en su paso por esta vida. Así, el mismo Jesús dejó constancia de la tarea y la misión que encomendó a sus seguidores. Por eso resulta tan penoso tener que aceptar el hecho histórico de la relación que siempre ha existido entre “religión y “muerte”. (José Mª Castillo).
Nuestra religión, nuestra iglesia, ha de ser más sensible ante los sufrimientos ajenos. A veces nos sirve o nos consuela el hacer algo por los demás sin demasiado sentimiento. Quizás ya es tiempo de saber que el aliviar nuestras conciencias no es suficiente, sino que todo nuestro ser ha de ser para los demás, que nuestros sentimientos han de ser mostrados y en consecuencia así han de actuar, porque el Maestro así lo hizo.

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